sábado, 6 de abril de 2013

Relato para el dia del libro

[ Este es el relato que he escrito para el concurso del Dia del Libro en el cole. Ya sé que es un poco violento, pero es sólo literatura. Yo estoy bien, gracias :-)  ]


La vida de Ren


Hola, me llamo Ren, Ren Mako. Mi nombre parece oriental pero soy española. Mi padre sí que era Japonés y de ahí mi nombre y apellido. Tengo 20 años y un trabajo bien pagado, un trabajo muy poco común…

Me llamo Ren, Ren Mako. Tengo 20 años y soy una asesina. Os sorprenderíais si supieseis la cantidad de gente que está dispuesta a pagar un buen fajo de billetes por asesinar a su peor enemigo, a alguien que se interpone en su camino o incluso a su mujer o a su marido.

Como ya os he dicho es un trabajo bien pagado así que no tengo problemas económicos. Tampoco tengo problemas familiares por culpa de mi trabajo, ya que toda mi familia está muerta. Mi padre era un científico famoso, doctor en Medicina, que había venido una temporada a España y se había enamorado de mi madre, también médico. Teníamos una gran finca a las afueras de Madrid. Yo tenía 15 años y vivíamos felices hasta que ocurrió la tragedia. 

Me acuerdo perfectamente. Habían venido mis tíos y mis abuelos a pasar una dulce velada familiar. Hablaban de temas de medicina, como casi siempre hacían padres. Era muy aburrido, así que yo subí a mi cuarto.  Allí estaba, leyendo, cuando oí el disparo y el grito. Reconocí quién gritaba nada más oírlo, era mi madre. Bajé corriendo las escaleras y al llegar abajo me encontré con una escena que nunca olvidaré: mi tío estaba en el suelo rodeado por un charco de sangre, mi tía estaba de pie a su lado con cara de auténtico terror mientras que mi padre forcejeaba con un hombre que llevaba una pistola en la mano. Mi madre estaba en la puerta mirando la lucha con cara de espanto y mis abuelos se sentaban abrazados el uno al otro en una esquina del salón. Entonces ocurrió lo que me temía. El hombre golpeó a mi padre con la pistola en la cabeza hasta dejarlo K.O y acto seguido le disparó. Después se giró y disparó a mi madre, luego a mi tía y por último a mis abuelos. Lo hizo a tal velocidad que no me dio tiempo a reaccionar, ni siquiera a gritar el nombre de mi madre para avisarla. Después se acercó a mí.  Pensé que mi vida iba a acabar en ese mismo instante, pero en cambio aquel hombre bajó el arma y se acercó a mí y me susurró: “Aun no están muertos, ninguno de ellos, quiero que sufran… como he sufrido yo por su culpa. Pero a ti no te mataré. Sé que tarde o temprano acabaras viniendo a mí”. Se separó de mi y se dirigió hacia la puerta, pero justo antes de salir dijo: “Si quieres encontrarme ven a mi mundo” y se marchó. Llamé a la policía y a una  ambulancia, pero llegaron demasiado tarde. Toda mi familia estaba muerta. 

Me llevaron a un centro de acogida para menores con traumas. Después de tres meses allí el psicólogo decidió que lo que yo necesitaba era una nueva familia. Pero estaba muy equivocado, porque lo que yo necesitaba era saciar mi sed de venganza. Aun así no me quejé cuando me asignaron una nueva familia. Era la forma de salir de allí. Y ellos eran majos, me trataban muy bien. Me dejaban salir por ahí cuando yo quería, usar el ordenador para lo que fuese y tener libertad… fue un gran error por su parte. Comencé a buscar información en internet sobre la persona que había matado a mi familia pero no encontré nada útil. Empecé a desesperarme y cuando ya pensaba que nunca podría cobrarme mi venganza recordé lo que el hombre me había dicho “Si quieres encontrarme ven a mi mundo”. Entonces lo vi claro. Ese hombre me había pedido que me fuese al mundo del crimen … y eso fue lo que hice. 

Empecé por fugarme de casa con algo de dinero que ‘tomé prestado’, luego busqué donde dormir. Necesitaba olvidar mis preocupaciones así que lamentablemente en el bar del motel me emborraché por primera vez en mi vida. A la mañana siguiente me encontré en mi habitación y minutos más tarde entró un señor de unos 40 años y me preguntó:

- ¿Te acuerdas de lo que me dijiste ayer?
- No te conozco, así que no creo que hablase contigo.
- Me contaste tu historia y me suplicaste que te ayudara a entrar en el mundo del crimen. Yo acepté porque me estoy haciendo viejo y quiero transmitirle mi sabiduría a alguien.
- Eso no puede ser, ¿cómo iba yo a saber que tú eras un delincuente?
- Estabas borracha. Los borrachos no saben nada, pero intuyen todo. Igualmente, estoy aquí para ayudarte así que prepárate. Te espero en el bar. A propósito, me llamo Juan.

Diez minutos más tarde bajé al bar para encontrarme con el que a partir de ese momento sería mi maestro. Me explicó que lo primero que tenía que hacer era encontrar un sitio donde alojarme temporalmente pero a la vez poder contactar con mis clientes. Además tenía que encontrar un arma para poder defenderme de la policía o cometer un asesinato en caso de que eso fuese lo que se me encargara. Me llevó a una parte de la ciudad llamada El Mercado Negro. Se decía que allí podías encontrar cualquier arma, objeto ilegal o persona dispuesta a cometer un crimen. Había oído cosas horribles sobre ese lugar. Aun así fui porque tenía claro mi objetivo. 

Mi maestro me llevó hasta una tienda en la que ponía: “La Armería, las mejores armas al mejor precio”. Allí fue donde compre mi primer y único cuchillo, un KA-BAR, que todavía utilizo para mis crímenes. Después mi maestro me llevó hasta la puerta de una taberna llamada “El hombre muerto”. Me explicó que allí era donde iba cualquier persona que necesitase contratar a un criminal. Por último me acompañó hasta el motel y me dijo que descansará porque al día siguiente teníamos mucho que hacer.

A la mañana siguiente me desperté temprano y salí a la calle en busca de mi maestro. Lo encontré dormido en la taberna del día anterior. El camarero me dijo que se había emborrachado y nadie había podido moverle de ese sitio. Conseguí despertarle después de echarle un vaso de agua fría en la cabeza pero a él no le hizo ninguna gracia y me dijo que me fuese a dar una vuelta por ahí antes de que perdiese los nervios y me acuchillase. En ese paseo, por casualidad, me encontré al que sería mi primer cliente. Se llamaba Víctor Hernández y estaba desesperado porque no tenía casi dinero y nadie quería ayudarle por lo poco que pagaba. Me explicó su problema: estaba en la ruina y su padre, aun siendo un rico empresario, no le daba ni un céntimo de su dinero por eso necesitaba que alguien lo asesinase, para poder tener su herencia y así salir de la pobreza. Le dije que le ayudaría. Acto seguido fui corriendo a la taberna y le conté lo que había pasado a mi maestro, que sonrió contento.

Tras conseguir más información de mi cliente, los siguientes días los pasé aprendiendo de mi maestro como conocer más a la víctima. Lo seguimos a todos lados y memoricé lo que hacía. Días más tarde mi maestro por fin decidió que estaba lista, así que le pedí a Víctor un plano de la casa de su padre e ideé un plan. Entraría por la puerta de atrás y lo mataría de una apuñalada en el corazón. Luego para asegurarme de que estaba muerto lo remataria 15 veces, una por cada año que tenía yo el día de mi tragedia. Así fue como lo hice y salió bien. No sentí nada especial salvo una sensación de triunfo. Víctor se hizo rico y me pagó bien por mis servicios, tan bien que me pude comprarme una casa en El Mercado Negro. 

Después de eso comencé a tener más encargos. Había de todo: asesinatos, robos, chantajes y alguno que otro me pedía que asustase a alguien para que le dejaran en paz. Así pasaron los siguientes cinco años de mi vida, hasta hoy. Siempre cometiendo crímenes y en los asesinatos siempre apuñalando 15 veces para no olvidar lo que estaba haciendo allí. La policía no me pilló nunca. 

Mi maestro me abandonó después de llevar un año ayudándome. No le volví a ver. 

Cada vez era más conocida en El Mercado Negro y pronto todos quisieron ayudarme siendo mis asistentes o mis espías. Esto era lo que yo había buscado desde el principio, ya que así podría conseguir información sobre el asesino de mi familia. 

Ya sabía que su nombre era Alberto Ramírez y que se hacía llamar “Espidi” por su rapidez y destreza con las pistolas. Sería “speedy” si en este sitio alguien tuviera un buen inglés.
Solo me faltaba averiguar su paradero. Lo averigüé días después, cuando uno de mis espías consiguió ponerle un localizador en la capucha. Desde entonces empecé a seguirlo a todos los lados y memoricé lo que hacía en cada momento del día, como con todas mis victimas. Dos días más tarde decidí que no podía aguantar más, así que me encamine hacia su casa con el cuchillo entre la ropa, dispuesta a matarlo en cuanto se pusiera delante de mí. No iba a acabar con él como una víctima más. Sufriría una muerte lenta y dolorosa como la que él provocó a mi familia.

Por un lado quería matarlo de frente, viendo la cara que ponía. Pero por otro quería hablar con él. Necesitaba saber por qué asesinó a mi familia, por qué la mía y no cualquier otra en el mundo. 

Cuando salí de mis pensamientos me di cuenta de que ya había llegado. Entré silenciosamente en la casa y vi que todas las luces estaban apagadas excepto la de un pequeño estudio. Me acerqué despacio, con el cuchillo en la mano, por si acaso. Me asomé. Le vi sentado de espaldas a mí. 

“Te estaba esperando”, dijo y acto seguido se giró. Sí, era la persona que me destrozó la vida a los quince años, aunque ahora tenía una cicatriz que le atravesaba el ojo. “Veo que te gusta mi cicatriz. Una marca que me hizo tu maestro antes de morir y, claro está, darme toda la información que necesitaba. Llevo siguiéndote desde que entraste en este mundo. Te perdí de vista un año entero gracias a tu maestro, aunque eso le costó la vida”.

En unos segundos había conseguido enfurecerme. No sólo había matado a mi familia sino que también había asesinado al único amigo que había tenido después de aquello. Quería matarlo, pero aun no debía. Me concentré en relajar la voz y pregunté: “¿Por qué mataste a mi familia?”
Tras un largo silencio empezó a hablar lentamente: “Ya te dije que tus padres me habían causado un gran sufrimiento… Mi querida Anita fue objeto de los experimentos de esos doctores de pacotilla. Se creían dioses capaces de curar el cáncer con nuevos tratamientos y lo único que hicieron fue acabar con ella. Mi hija sufrió y yo sufrí más. Ella era lo único que me quedaba en este mundo, porque la maldita enfermedad había acabado antes con su madre”.
Yo sabía que mis padres trabajaban en el cáncer, con tratamientos nuevos, pero no había oído que experimentasen sobre personas. Antes de que pudiese reaccionar, él volvió a hablar: “Venías a matarme, ¿no? Pues hazlo ya. Estoy cansado”.

Ahora yo estaba confusa. La historia de su hija me había descolocado, porque se parecía algo a la mía. Entendía lo que era perder a sus seres queridos. No sabía qué hacer. Con la tensión, la mano que sostenía el cuchillo me empezó a temblar y pareció darse cuenta.

“¿Qué te pasa?”, me dijo,”¿Tienes miedo?”  Sin darme tiempo a contestar continuó: “Llevo esperándote mucho tiempo. Ahora eres tú la que debe cumplir su papel en esta historia” No sabía qué hacer. Toda la fuerza y valentía que tenía al entrar habían desaparecido sin dejar rastro. A duras penas contesté:   “No puedo hacerlo, no después de lo que me has contado”. Él reacciono de una manera que no me esperaba. Su sonrisa se volvió la de un loco y se empezó a reír. “JAJAJAJA, LO SABIA, SABIA QUE NO PODRÍAS”. Con gran rapidez me arrebató el cuchillo y sin darme tiempo a reaccionar se lo clavó a sí mismo en el pecho. “Ya puedes vivir en paz, Ren Mako, ya has limpiado tu corazón”. Esas fueron sus últimas palabras.
Pasé mirando el cadáver bastante tiempo hasta que decidí hacer algo. Pensé: “Ya está, ya está muerto. He cumplido mi objetivo, ¿pero a que precio? Debería estar contenta, pero no puedo. ¿Cuánta gente ha tenido que morir solo para que yo obtuviese mi venganza? Demasiada. Demasiados inocentes. ¿Merezco morir yo también? Es fácil, tengo un cuchillo…”

Pero decidí que antes de hacer algo irremediable debía ir al lugar donde empezó todo. Tenía que descubrir si lo que me había dicho Alberto era verdad o no. Si había dicho la verdad, en mi casa habría algunos archivos con las investigaciones de mis padres. 

La casa estaba cerrada y vacía, porque es casi imposible vender una casa en la que ha ocurrido un homicidio como aquel. Forcé la puerta y entré. Encendí la linterna y pude ver que a pesar de la suciedad todo seguía más o menos como la última vez que había estado allí. Subí hasta la habitación de mis padres y empecé a rebuscar en cajones y armarios. 

Y los encontré. Mis temores se hicieron realidad. En una caja había un montón de archivos sobre las investigaciones contra el cáncer. Por primera vez en los últimos cinco años empecé a llorar. Ya no sabía qué hacer. Mi vida no tenía sentido y consideré de nuevo la idea de suicidarme. Pero me di cuenta de que no, no podía morir, no después de haber superado tantas cosas en mi vida. Debía superar esto también. Por mi familia, por mi maestro y por mí misma. Entonces tomé una decisión más. La más importante de mi vida. Decidí que había destrozado demasiadas vidas y que necesitaba hacer algo para compensarlo.  Así fue como me hice científica. Tres años después del comienzo de esta carta estoy en plena investigación de la cura contra el cáncer, continuando los esfuerzos de mis padres. No usaré vidas humanas en mis experimentos, al menos hasta que la cura sea perfecta. 

Quizá ahora debería volver a empezar esta carta: Hola, Me llamo Ren, Ren Mako. Tengo 23 años y soy científica.

6 comentarios:

  1. Me gusta como escribes, pero el tema me da repelus!!!

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  2. Sara está muy bien, mucho mejor que el mío espero que termines pronto.
    Por cierto creo que voy a escribir otro relato por que no puedo alargar más el que leiste :(.

    Un Saludo

    Casilda

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    1. Gracias, Casilda. A mí me gustaba tu relato. ¿Has revisado el tipo de letra, los márgenes y el interlineado? Quizá puedas llegar al mínimo de 6 páginas.

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  3. Hola Sara, no sabia que tenias tanta imaginación. Espero que el próximo me haga sonreír un poco, porque este se me ha encogido el corazón, pero el final es muy bueno.
    Felicidades escribes muy bien para tu edad.
    Un beso. Tu abuela Juli

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  4. ¿Para cuándo el próximo relato?

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